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De Pekín a París en un Itala: así era el automovilismo en 1907

Un total de cinco equipos participantes y un itinerario de 16.000 km por cubrir: pura épica sobre ruedas

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“Queda por demostrar que el ser humano, ahora que tiene automóvil, puede hacer lo que quiera y viajar a donde le plazca. ¿Quién acepta el reto de unir Pekín a París en coche el próximo verano?”, rezaba el texto impreso en un anuncio aparecido en el diario francés Le Matin el 31 de enero de 1907.

Un total de 40 tripulaciones aceptaron el desafío, abonando posteriormente una inscripción de 2.000 francos. Sin embargo, tan sólo cinco equipos se presentaron finalmente en la línea de salida de Pekín a las 8 de la mañana del 10 de junio de 1907: un triciclo Contal y dos De Dion-Bouton procedentes de Francia, un Spyker holandés y un Itala desplazado desde Italia. 

El evento no era una carrera de velocidad al uso ni se entregaría premio alguno en la llegada, más allá de la gloria de haber cubierto un desafío épico. Es más, ni siquiera existía un reglamento ni una previsión de suministros, por lo que cada equipo debía utilizar por sus propios medios para asegurarse el combustible, aceite o neumáticos suficientes.

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El dominio del equipo italiano quedó patente desde la salida. Lo formaban tres integrantes: el Príncipe Scipione Borghese; su chófer, Ettore Guizzardi, y un corresponsal del Corriere de la Sera, Luigi Barzini. El Itala montaba neumáticos Pirelli que habían sido calzados de un modo muy peculiar: los guardabarros del vehículo habían sido reemplazados por planchas extraíbles, ideadas para usarse como apoyo en caso de hacer frente a algún obstáculo. Además, a diferencia de la mayoría de automóviles de la época, las medidas de las cubiertas eran idénticas en ambos ejes, de modo que podían intercambiarse y reducir con ello la necesidad de recambios. 

Los 40 caballos del Itala y su peso de una tonelada y media ayudaron a la tripulación a salvar las zonas más duras del recorrido a una notable velocidad, ganando terreno respecto a la competencia, que había optado por unos vehículos menos potentes y más ligeros. De hecho, el triciclo Contal se quedó en el desierto del Gobi, y los De Dion-Bouton de 10 CV finalizaron en tercer y cuarto lugar. La segunda plaza fue para el Spyker de 15 CV… aunque su llegada a París se produjo 20 días después del Itala, que simplemente careció de un rival a su altura.

Ulan Bator, Moscú, Varsovia, Berlín; he aquí alguna de las ciudades por las que pasó el Itala calzado con neumáticos Pirelli antes de llegar a la línea de meta de París el 10 de agosto de 1907. En la llegada le esperaban una horda de periodistas, videocámaras y una gran multitud.

“Hemos llegado a París primeros cambiando tan sólo dos ruedas”, informó vía telegrama en la capital francesa el Príncipe Scipione Borghese. Acababa de imponerse con un margen enorme respecto a sus rivales, un resultado excepcional si consideramos el estado de las infraestructuras del momento. Había superado un reto mayúsculo para pilotos, tripulación y neumáticos: 16.000 km de aventura que pusieron el foco de la opinión pública en las prestaciones y la seguridad de un nuevo producto que pronto reconoceríamos mundialmente con el logo de la P lunga.

El coche protagonista de este reto se conserva a día de hoy en el Museo del Automóvil de Turín, y en 2007 cubrió el itinerario a la inversa para celebrar el centenario de la gesta. Aquel 10 de junio de 1907 se considera el debut oficial de Pirelli en la escena internacional del deporte del motor, un estreno sellado con un éxito sensacional, y que se ha consolidado a día de hoy, más de 110 años después, con un trabajo constante que sigue evolucionando desde la competición a la carretera.