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¿Cuántos kilómetros puede recorrer un neumático?

La vida útil de una cubierta depende de múltiples factores, desde el tipo de suelo al comportamiento del conductor. Descubra a continuación cómo hacer que duren más

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Cuando hablamos de coches y niveles de consumo tan sólo existe una respuesta: depende. Ello vale para el combustible, pero también para los neumáticos. Aunque se puede estimar con cierto grado de precisión los kilómetros que se podrán recorrer con un litro de gasolina, diésel y gas (o con un kW de electricidad), determinar la duración de un juego de cubiertas es mucho más complejo. Aunque las simulaciones de laboratorio nos aporten algunas respuestas, la conducción del día a día y la cantidad de variables que la caracterizan acabarán por desarmar cualquier pronóstico.

¿Qué dicen las estadísticas europeas?

Las estadísticas en Europa arrojan un promedio de duración que, en conductores con un estilo normal al volante, va de los 25 a los 50.000 km, con picos que pueden alcanzar los 75.000 km en aquellos que practican un manejo más relajado. Pero esta cifra puede caer por debajo de los 10.000 km si quien se sienta al mando busca permanentemente los límites del vehículo. En consecuencia, aunque las gomas estén diseñadas para durar entre 40 y 50.000 km, la realidad esconde muchas e importantes sorpresas.

Cinco aspectos imposibles de evaluar

Se pueden contar hasta cinco de variables capaces de alteran el cómputo de kilometraje final de un juego de neumáticos. En primer lugar, el tipo de coche, donde influyen la potencia, el par y su sistema de frenado. También el estado del vehículo, ya que un coche bien mantenido es mucho menos proclive a desgastar las cubiertas. Otro factor importante es el peso del automóvil, y por supuesto el modo como ha sido cargado. El cuarto detalle que no debe desestimarse es el tipo de vía por la que se circula habitualmente, asumiendo que los trayectos por autopista son más favorables para las gomas que las rutas urbanas o las carreteras convencionales. Y ligado a ello no puede obviarse el tipo de superficie de todas ellas.

¿La medida? Sí, importa

Llegados a este punto debe tenerse en cuenta el tipo de neumático. Existen diferencias considerables entre modelos diseñados para recorrer grandes distancias, ofrecer un rendimiento deportivo o de tipo invernal, por mencionar los principales. También debe considerarse la medida, puesto que a idénticos coches y conducción, dos neumáticos con diferentes diámetros y secciones pueden ofrecer dos cifras de kilometraje completamente opuestas antes de alcanzar el fin de su vida útil.

Objetivo 50.000 km

Resulta obvio que los cuatro neumáticos de un utilitario arrancan con ventaja respecto a los instalados en un modelo con características deportivas, o respecto a cualquier otro que sea más pesado, como un SUV. Estos últimos requieren neumáticos con una huella más amplia en el asfalto, lo que equivale a una superior adherencia, pero al mismo tiempo una mayor fricción. Pero cuidado, porque los 50.000 km potenciales en un modelo ciudadano también pueden quedar en jaque si entran en juego determinados comportamientos perjudiciales al volante, capaces de reducirla en hasta un cincuenta por ciento.

Los hábitos marcan la diferencia

La lista incluye múltiples factores, que van desde una presión de inflado incorrecta a una conducción inadecuada. En ambos casos se acelera el desgaste de la banda de rodadura, que es de 8 mm de profundidad con el neumático nuevo y tiene su límite mínimo legal de 1,6 mm. Determinadas situaciones del día a día también pueden resultar determinantes, empezando por aparcamientos con maniobras de dirección realizadas con el vehículo detenido, lo que genera una fuerte fricción entre la superficie del asfalto y la cubierta. También afectan las características de las carreteras por las que se circula, si bien el entorno metropolitano es, de lejos, el que más penaliza a un juego de neumáticos, como consecuencia de los constantes cambios de dirección y repetidas aceleraciones y frenadas. El hábitat más favorable es, claramente, la autopista, donde la velocidad constante y la longitud de las rectas garantiza las condiciones más similares a la de los ensayos de laboratorio.