Es difícil determinar con precisión la época y el lugar donde se inició el fenómeno café racer, pero hay tres elementos que lo definen inequívocamente: una máquina de discos, el Ace Café de Londres y las carreras en carretera. El movimiento café racer, que se origina en una subcultura de la escena musical del rock'n'roll, se hizo popular en Inglaterra en los años cincuenta. En ese momento, los jóvenes trabajadores británicos pasaban gran parte de su tiempo libre en los cafés, los únicos lugares a los que podían ir para escuchar música de Elvis Presley, Gene Vincent, Bo Diddley, Eddie Cochran y Chuck Berry.
Era la música de los rebeldes, rápida y agresiva, que representaba el estilo de vida de los rockeros y combinarla con una moto encajaba a la perfección. Antes de la Segunda Guerra Mundial, las motos eran tan caras que solo eran propiedad de personas adineradas, pero en la década de 1950 se volvieron accesibles para los jóvenes de clase trabajadora: el mundo cambió. Les dieron un aire deportivo, transformándolas en los garajes de sus casas con un enfoque artesanal, una tarea que los convertía en duras, rebeldes, imprescindibles.
El objetivo era lograr la velocidad para que no hubiera tiempo para investigaciones estéticas, para frivolidades. Los talleres londinenses producían motocicletas esbeltas, con un solo asiento, un manillar bajo y tanques de carrera, generalmente de aluminio o pintadas de negro, con silenciadores de pico de pato y estriberas atrasadas.
Aparcadas frente a la cafetería, destacaban por su aspecto tosco y duro, que es lo que las hace tan encantadoras.
Cómo funcionaba el desafío
Los pilotos de café se conocían muy bien; sabían quién era rápido, quién era valiente y quién era temerario. Esperaban nuevas presas en el café: cuando una motocicleta pasaba a una velocidad que consideraban apropiadamente alta, inmediatamente salían a desafiarla. Las carreras consistían en un sprint corto en la carretera, a veces de poco más de unos pocos cientos de metros; la vuelta clásica comenzó en el Ace Café, giró debajo del paso elevado, el de ladrillo con el letrero "Ferodo" que todavía está allí y luego las motos volvían corriendo.
También hay algunas historias fascinantes que unen carreras y una máquina de discos: en ese momento, las canciones duraban alrededor de dos minutos, por lo que se usaron para cronometrar los desafíos. Las motocicletas se ponían en marcha tan pronto como sonaban las primeras notas, se seguía una ruta predeterminada y las motos debían regresar antes de que terminara la canción.
Marlon Brando
El fenómeno comenzó así oficialmente en Inglaterra, pero se sentó un precedente importante en los EEUU: en 1953, la película The Wild One cuenta la historia de una banda de motociclistas, el Black Rebel Motorcycles Club. El “jefe” es Marlon Brando, luciendo un sombrero, una chaqueta de cuero, jeans plegados hacia arriba y botas de ingeniero. Monta una Triumph 6T Thunderbird de 1950 y es el responsable de hacer famoso ese estilo, el mismo estilo que encontramos en las afueras de Londres en ese mismo momento.
Sin embargo, el espíritu del grupo de Brando es bastante diferente al de los grupos del Ace Café: los estadounidenses son rebeldes que viven al borde de la ley; los ingleses están mayormente ocupados escuchando música (estadounidense) y compitiendo en carreras de velocidad.
¿De dónde viene el nombre?
Los moteros de la época eran en su mayoría adolescentes y en Inglaterra los “cafés” donde se reunían estaban destinados a adultos, a mayores, por lo que se les llamaba “working men's cafés” o “grasientas cucharas”, para indicar restaurantes baratos que normalmente servían frituras y comidas económicas caseras.
Estos lugares eran frecuentados por constructores y trabajadores, en su mayoría camioneros, que apenas prestaban atención a estos adolescentes corriendo en sus motocicletas. En ese momento, los verdaderos pilotos de carreras eran muy distintos y se dirigían a ellos de la siguiente manera: "No eres Mike Hailwood o Geoff Duke, solo eres un café racer". Y el nombre se quedó.
A pesar de la sutil burla, los chicos se apropiaron de inmediato de esta definición: lo consideraron un título desconcertante que reconocía el amateurismo del que se enorgullecían. No querían ser profesionales aburridos sino mezclar ironía y heroísmo, para dar una explosión de energía al monótono mundo urbano que les rodeaba.
Ton-Up Boys
Todos los chicos del café eran conocidos como café racers, pero solo un grupo exclusivo podía llamarse Ton-Up Boys. “Ton” significa tonelada, y “doing the ton” significaba poder alcanzar las 100 millas por hora, un límite importante porque la aguja del velocímetro alcanzaba un número de tres dígitos, una cuestión de honor que a menudo se usaba como una prueba que necesitaban pasar para ser respetados y unirse al club.
Hoy en día, 100 millas por hora (poco más de 160 km/h) es una velocidad irrisoria, que en una moto de cilindrada media alcanzamos con bastante facilidad, pero que entonces era difícil de superar y muy arriesgada porque los motores eran poco potentes y las motos tenían un chasis áspero y frenos justos.
Además, las motos corrían por la carretera, y la superficie del asfalto a menudo era irregular y se ensuciaba con el aceite y la gasolina que dejaban los camiones; los pilotos no tenían ropa de protección, solo vestían, como Brando, jeans y una chaqueta de cuero, y en la década de 1950 los cascos ni siquiera eran obligatorios (y su peinado tampoco se estropeaba). Esa es también la razón por la que los chicos Ton-up, que competían en estas locas carreras en carretera, se hicieron legendarios. Alcanzar esa velocidad en la moto era una prueba de su coraje.