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Mundial de Superbike: ¿cómo y dónde empezó todo?

Hemos intentado resumir la historia del campeonato basado en motos de producción modificadas y los pilotos que lo han convertido en un referente

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El Mundial de Superbike tal y como lo conocemos hoy día tiene su origen a inicios de los setenta en los Estados Unidos. La primera carrera para motos “Superbike Production”, como se denominaban en la época, tuvo lugar en 1973 como prueba de complemento en el circuito de Laguna Seca, California. La nueva categoría no ganaría estatus de campeonato nacional hasta 1976.

En aquella época se sabía muy poco de aquellas competiciones fuera de los círculos de los aficionados más acérrimos. Las protagonistas eran las motos más potentes del momento, como la Honda CB750F y VF750F, la Suzuki GS1000 o la Kawasaki KZ1000. Todas ellas se preparaban mecánicamente para entregar 140 CV pero con una configuración claramente de serie. Se corría sin carenado y con manillares altos, lo que las otorgaba un estilo espectacular.

Muchos de sus pilotos procedían del mundo del dirt track y estaban habituados a competir en ovales de tierra. La posición de conducción era muy distinta a la habitual en Europa, pero era igualmente efectiva, como pilotos de la talla de Freddie Spencer, Eddie Lawson o Wayne Rainey demostrarían años más tarde cuando las carreras del American Superbike Production se añadieron como pruebas de complemento al mundial de velocidad.

EL SALTO GLOBAL

La categoría “Superbike Production” abandonó su confinamiento estadounidense para convertirse en mundial: en 1988 nacía el World Superbike. La primera temporada fue un ensayo general, puesto que fuera de Estados Unidos se sabía muy poco, o más bien nada, de la nueva competición. Los periódicos y revistas de la época apenas hablaban de ella y existen muy pocas fotos al respecto (estamos todavía lejos de la digitalización). A pesar de ello, la campaña fue fantástica y luchada hasta la última carrera. El primer campeón fue Fred Merkel al manillar de una Honda RC30, seguido de Fabrizio Pirovano (Yamaha FZR) y Davide Tardozzi (Bimota YB4). Ducati, Kawasaki y Suzuki eran por entonces las estrellas emergentes. Por descontado, los principales fabricantes no querían dejar escapar la ocasión de tener representación, puesto que vieron de inmediato que esta nueva categoría tenía algo especial. Los aficionados tampoco tardaron en descubrirlo.

SUPERBIKE Y LAS 500 CC

El campeonato del mundo de 500 c.c. era por entonces la meca de la velocidad. Y con esto no podemos inferir que las 500 dos tiempos de GP fueran muy superiores a las Superbike. Nada más lejos de la realidad. Las segundas llenaban un hueco competitivo inexistente para las monturas derivadas de serie… y que producían un ruido que no se recordaba en los circuitos desde los tiempos de Agostini.

En aquellos años, las estrellas del mundial de 500 c.c. eran nombres de la talla de Eddie Lawson, Wayne Rainey, Kevin Schwantz, Wayne Gardner, Michael Doohan (muchos de ellos procedentes de la categoría Superbike Production estadounidense). Sin embargo, el espectáculo era magnífico en ambos entornos. Los corredores de SBK peleaban en pista con la máxima agresividad, pero cuando bajaban de sus motos se encogían de hombros y salían a celebrar la victoria o la derrota todos juntos.

LAS MOTOS

Los aficionados podían disfrutar de las monturas de GP como espectadores del mundial de velocidad, pero se podían comprar una Superbike en el concesionario. Claro, las de competición incorporaban todavía muchas modificaciones en aquellas primeras temporadas, pero no eran tan distintas a las versiones de calle. El SBK no tardó mucho en despegar y la creciente presión mediática invitó a los fabricantes a crear modelos para el certamen –puesto que las variantes de competición debían “derivar” de modelos que estuvieran a la venta al público.

En muy pocos años, los motociclistas tuvieron la ocasión de pasar de las monturas sport-touring a verdaderas réplicas de competición, lo que marcaría el comienzo de una de las eras más bellas para el motociclismo deportivo, el de las motos excepcionales, bellas y asequibles.

En aquel momento, los aparcamientos exteriores de los circuitos que acogían competiciones parecían los boxes… y es que estamos en una época en que se estaba escribiendo la historia de las motos deportivas. Una de ellas era la Ducati 916, que encadenó seis títulos entre 1994 y 2001, o las sucesivas versiones de la japonesa Kawasaki ZXR 750, la Honda RC30 y VTR1000, la Suzuki GSX-R y la Yamaha YZF R7.

En tiempos más recientes llegarían los tres títulos de la Aprilia RSV4, dos de los cuales con Massimiliano Biaggi, y los seis consecutivos de la Kawasaki ZX-10R desde 2015 con Jonathan Rea como protagonista, racha interrumpida en 2021 por la Yamaha YZF-R1 de Toprak Razgatlioglu.

LOS PILOTOS

Buscar a los referentes al manillar no es fácil. En clave de títulos, el mejor es, sin duda, el norirlandés Jonathan Rea, protagonista de seis cetros consecutivos con Kawasaki, seguido del inglés Carl Fogarty, tetracampeón con Ducati. Ahora bien, si incluimos en nuestra búsqueda a aquellos nombres que han dejado huella en la afición no podemos dejar de mencionar, por ejemplo, a Giancarlo Falappa. No llegó a alzar jamás el título, y un fuerte accidente precipitó el final de su carrera deportiva en 1994, pero dejó por el camino muchos momentos memorables, como la carrera de Brands Hatch de 1993 bajo la lluvia, en la que se alzó con un doblete memorable.

Otro corredor muy recordado es Troy Bayliss, no sólo por su habilidad en la pista, que le llevó a ganar tres títulos mundiales en tres generaciones de bicilíndricas Ducati (la 996, la 999 y la 1098), sino también por su deportividad y su carácter afable y amistoso. Bayliss es uno de los favoritos de la afición, una condición que lo ha elevado posteriormente a categoría de leyenda tras firmar algunas de las maniobras de adelantamiento más espectaculares de todos los tiempos.

Una de ellas nos lleva a Monza en mayo del año 2000. Colin Edwards, Pierfrancesco Chili, Akira Yanagawa y Noriyuki Haga se aproximaban a toda velocidad al punto de frenada de la primera chicane. Troy Bayliss rodaba a rebufo de Haga a casi 300 km/h y, hacia el final de la recta, frenó al límite para superar a Yanagawa, Chili y Edwards de una tacada. La afición estaba eufórica; Superbike encumbraba a su nuevo héroe.

SUPERBIKE HOY

El campeonato ha evolucionado mucho, no sólo en relación a aquella primera propuesta surgida en los Estados Unidos, sino también respecto a los felices años noventa. Y todo ello por dos motivos: por un lado, la competitividad entre fabricantes, que hoy producen motos de calle mucho más potentes y rápidas que las protagonistas del certamen en el pasado; y, por el otro, a causa de la normativa, que se ha modificado en diversas ocasiones. El resultado es un ritmo tan veloz que a menudo se aproxima al de las monturas de MotoGP, y todo ello con unos corredores cada vez más veloces. Y lo mejor está por llegar.

Del circuito a la carretera: la fórmula Superbike

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