SUS INICIOS
A Colin McRae le picó el gusanillo de las carreras por culpa de su padre, Jimmy, iniciado en los rallies como hobby tarde para los estándares actuales (tenía 31 años) pero con éxito, como prueban sus cinco campeonatos nacionales de la especialidad (1981, 1982, 1984, 1987 y 1988). A finales de esta primera exitosa era de los McRae, Colin ya empezaba a hacerse un nombre en las categorías de promoción.
Su impresionante sexta posición al volante de un Ford Sierra en el RAC Rally de 1990 –con tres scratch incluidos– llamaron la atención de David Richards, propietario de ProDrive y gestor del programa de Subaru en el mundo de los rallies, que se decidió a enrolarlo en su equipo. McRae no tardó en dar buenos resultados: en 1991 dominó el Campeonato Británico y llegó incluso a liderar el RAC durante algunos tramos.
Los éxitos de aquella temporada animaron a Richards a ofrecer más participaciones en el mundial al joven escocés, que compartiría alineación de Subaru en 1992 con Ari Vatanen. Richards, en su faceta previa de copiloto, había ganado junto al finlandés el título mundial de rallies de 1981, y conocía mejor que nadie su estilo de conducción “a todo o nada”. Si no veía esa misma hambre de victoria en Colin McRae, rompería el contrato al término de esa misma campaña.
Pero no decepcionó. El escocés protagonizó un inicio fulgurante, logrando la segunda posición sobre la nieve del rally de Suecia. Sin embargo, fueron sus aventuras en la cita finlandesa las que cimentaron su reputación de piloto siempre al límite. Sobre las especiales más rápidas de todo el certamen, McRae volcó el Legacy en dos ocasiones, y aun así consiguió acabar la prueba en octavo puesto. Se intuían ya algunas de las virtudes que hicieron al escocés tan popular en todo el mundo.
HA NACIDO UNA ESTRELLA
Su primera victoria en el mundial llegó en el rally de Nueva Zelanda de 1993, que, por cierto, sería también la primera –y única– del Subaru Legacy. De cara a la temporada 94, la firma nipona introducía el Impreza y enrolaba en el equipo al dos veces campeón del mundo, Carlos Sainz, como compañero de equipo de McRae. Dos pilotos con estilos contrapuestos y que fueron tan feroces rivales como buenos amigos a lo largo de los años.
La rivalidad entre ambos alcanzó su culmen en la lucha por el mundial de 1995. En la penúltima cita de la temporada, celebrada en España, David Richards ordenó a sus pilotos mantener posiciones (Sainz lideraba la prueba por delante de McRae) para asegurar a Subaru el título de constructores. Al escocés no le hizo ni pizca de gracia la idea, y lanzó un ataque hasta llegar a superar a su compañero. Al final, tras algunas encendidas discusiones públicas y algunas maniobras para frenar al escocés en plena especial, McRae acabó penalizando para recuperar el orden definido por el responsable del equipo.
El escocés estaba tan encendido que, en la siguiente cita, el RAC Rally, sumó tanto la victoria como el título, convirtiéndose en el primer británico campeón mundial de rallies de todos los tiempos. Además, lo logró con apenas 27 años, el más joven de la historia –récord todavía vigente. Ah, y ese cetro llegó, por cierto, calzando neumáticos Pirelli.
LA SENDA DEL ÉXITO
En las temporadas siguientes, el mundial se convirtió en terreno de Tommi Makinen y Mitsubishi, vencedores de los siguientes cuatro títulos de forma consecutiva. Los continuos accidentes de McRae no ayudaron especialmente a sus opciones, y llevaron incluso a Richards a obligarle a relevar a su copiloto habitual, Derek Ringer, por Nicky Grist. A final de la temporada 98, McRae abandonó Subaru para firmar un contrato multimillonario con Ford para pilotar el nuevo Focus World Rally Car.
Pese a atesorar la fama de dañar coches de modo habitual, McRae desarrolló una sorprendente sintonía con la mecánica para ganar los rallies más incompatibles con su agresivo estilo de conducción. Se impuso en cinco ocasiones en el durísimo Acrópolis griego e incluso llegó a vencer el Safari (en 1999, su segundo triunfo en esta cita sirvió para inaugurar el palmarés del Focus).
McRae volvió a la lucha por el título del WRC en 2001, temporada en que protagonizó un duelo británico contra el inglés Richard Burns. McRae lideraba la última cita, celebrada en Gales, hasta que un atajo excesivo en una rápida curva a derechas provocó el accidente que anuló todas sus posibilidades. En 2002, el escocés sumaría otras dos victorias en Grecia y Kenia, convirtiéndose en el primer piloto con 25 triunfos en el mundial. Pero su contador no añadiría nuevos éxitos en el certamen. McRae y Sainz fueron liberados por los responsables de Ford, frustrados por la mala senda de su aventura mundialista, y ambos recalaron en Citroën, donde se toparon con un joven Sébastien Loeb. A final de 2003, McRae se quedó sin volante.
UNA NUEVA ERA
Colin, que se inició en el mundo de la competición al manillar de una moto, amaba conducir cualquier vehículo a motor. De hecho, llegó a probar un Jordan de Fórmula 1 en Silverstone y se subió al podio de la categoría GT en las 24 horas de Le Mans de 2004 al volante de un Ferrari. Llegó incluso a probar fortuna en el Dakar e impresionó en Norteamérica, primero, al demostrar ante el público local su existencia como tal, más allá de su popular serie de videojuegos, y, segundo, tras quedarse a menos de un segundo de la medalla de oro de los X Games en el tramo de rally… pese a volcar su Subaru a la salida de un salto situado a escasos metros de la llegada.
McRae no había colgado el casco cuando perdió la vida de forma trágica en un accidente de helicóptero que él mismo pilotaba cerca de su casa en Escocia, un incidente en el que también perecieron su hijo Johnny y otros dos amigos de la familia. La noticia dejó al mundo del automovilismo en estado de shock –quizá porque McRae había parecido realmente invencible al volante de un coche de rallies.
Para muchos aficionados a los rallies sigue siendo el mejor piloto de todos los tiempos. Sin duda fue el más popular. Y en el año en que habría cumplido 52, lo recordamos. Siempre con nosotros, campeón.